Alianzas geopolíticas y tecnología

El fracaso ruso se debe en gran medida a una superioridad informática que les permite a sus contrincantes mejor comunicación y coordinación

Este año, el gasto militar mundial rebasará los 2.1 billones de dólares, una cifra a la que no se esperaba llegar, sino hasta 2030. El incremento en presupuestos de defensa va a ir de la mano con un aumento en el desarrollo e implementación de una nueva generación de tecnologías.

El instinto de sobrevivencia es el mayor motivador de la creatividad, por lo tanto, los conflictos bélicos –desafortunadamente– son eventos que acarrean innovación tecnológica sin precedentes: la Guerra Civil de EU desarrolló el ferrocarril y el telégrafo; la Primera Guerra Mundial, la penicilina y rayos X; la Segunda Guerra Mundial, el radar, las computadoras, la propulsión jet y la energía nuclear; y la Guerra Fría, los satélites y el internet.

La invasión rusa de Ucrania ha desatado una nueva “guerra fría” global que se traducirá en una carrera armamentista-tecnológica, no sólo en Europa, sino alrededor del mundo. Esta trayectoria inicialmente incluye –a manera de reflejo muscular– la producción de una nueva generación de armas convencionales como tanques, artillería, submarinos o aviones de guerra, cuya necesidad había sido ya cuestionada e incluso, descartada por varios países. Sin embargo, el centro de esta carrera se encuentra en las altas tecnologías, especialmente las que habilitan la comunicación y la automatización, así como el dominio del espacio y ciberespacio.

El fracaso ruso en el campo de batalla en contra de quien pensaba sería un enemigo menor, se debe en gran medida a una superioridad informática que les permite mejor comunicación y coordinación. Este rotundo fiasco es la única razón por la que Rusia no ha abierto otro frente en Europa, ni ha intentado atacar las líneas de suministro occidentales, pues provocaría una reacción que llevaría a una humillante derrota en múltiples frentes. Ese mismo fallo ha incentivado a Occidente para incrementar su apoyo a Ucrania.

La semana pasada, el Senado de EU aprobó un paquete de 40 mmdd en apoyo a Ucrania. De estos, seis mmdd serán armas, el resto incluye recursos para financiar entrenamiento, operaciones, e inteligencia, así como reabastecer los arsenales de Estados Unidos en Europa y, por supuesto, más de 10 mmdd en ayuda humanitaria y alimentos. Si bien el apoyo tangible de Occidente inicialmente incluyó armamento ligero –ametralladoras, armas antitanques y antiaéreas– considerado “defensivo”, ahora también considera tanques, artillería pesada, radares, misiles antibarco y vehículos blindados. Pero igual de importante ha sido la ayuda “intangible”, el apoyo informático, doctrinal y de entrenamiento, que les ha permitido a los ucranianos estar un paso más adelante que sus invasores.

En tanto, las alianzas retoman fuerza como un instrumento de seguridad. Finlandia y Suecia, y la UE anunciaron su intención de unirse a la OTAN, cuya sobrevivencia era cuestionada hace unos años dada la nueva era de “guerras pequeñas”, ahora se erige como la base y el futuro de la zona euroatlántica. Mientras, países como Australia, Japón, Israel, Corea del Sur e incluso Colombia, han establecido una relación con la organización. ¿Provocarán estas lecciones algún cambio en la política exterior o en la agenda de seguridad nacional mexicana, o pasarán desapercibidas?

POR IÑIGO GUEVARA

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