Por David Lee
Seguramente, cuando en un futuro -esperemos a medio plazo- nos detengamos a reflexionar respecto de todos los recursos invertidos y aplicados para revertir el terrible fenómeno de inseguridad que hoy prevalece en muchos lugares del mundo, reconoceremos que el recurso más valioso y efectivo para lograrlo, lo constituyó el recurso humano.
Por encima de cualquier inversión en equipamiento policial, la elevación de penas a los criminales y la aplicación de modelos universales de prevención de delitos, debemos invertir fuertemente para desarrollar a las personas con que cuenta cada país, pues es con la ciudadanía con quien lograremos salir adelante no sólo del problema de la inseguridad, sino de muchos de los problemas que nos aquejan como sociedad.
La administración de personal, que tradicionalmente se venía haciendo con base en modelos de desarrollo social gestados en el siglo pasado y antepasado, hoy, en la era de la globalización, debe ser realizada con una visión holística, es decir, integral, en la que la gente deba ser considerada como un medio para lograr los objetivos y, para ello, es preciso administrarla más allá de los modelos gubernamentales, con una filosofía empresarial de responsabilidad social.
Las empresas deben implementar procesos de reclutamiento, selección, inducción, capacitación, adiestramiento, desarrollo de personal y evaluación a sus trabajadores. En ese mismo sentido, y desde la perspectiva de las organizaciones civiles, las cuales realizan una serie de acciones que si bien no son definitivas resultan definitorias de los nuevos rumbos en cada país al concertar acciones con los gobiernos, éstas deben establecer procesos de desarrollo de los trabajadores, para cristalizar satisfactoriamente sus objetivos.
Es decir, no basta con la simpatía y empatía que una persona pueda tener respecto de una determinada causa social, es preciso reclutar a aquéllos que cuenten con los conocimientos, habilidades y destrezas necesarias y suficientes para desempeñar un puesto, de tal forma que la selección sea la correcta y adecuada para inducirla después respecto de la filosofía y ética organizacional, considerando su valía como ser individual y, a partir de ahí, motivarla, capacitarla y periódicamente evaluarla para que logre un desarrollo pleno y realice, además de sus aspiraciones personales, las de la organización a la cual pertenece.
Mucha gente se queja amargamente de lo que sucede en el día a día en su país, pero poca, muy poca gente, y particularmente en los países latinos, participa activamente en alguna de las millones de asociaciones civiles que existen y que tienen excelentes ideas en la cabeza, pero poca ayuda para cristalizarlas.
En el tema de la prevención de delitos, no resulta extraño el observar que quienes se encuentran abocados a luchar activamente contra la inseguridad son, aunque igualmente pocos, en su mayoría víctimas, quienes han decidido emprender acciones, más allá del temor a los delincuentes, por el amor a su país y a sus hijos.
Debemos tomar cartas en el asunto y comenzar a identificar el personal con el que contamos en nuestra propia casa, comunidad, cuadra, colonia, ciudad, municipio y país, para accionar el desarrollo necesario en él y uniéndonos activamente a una organización civil, con la cual seguramente encontraremos no sólo una forma de contribuir profesionalmente a la solución del problema, sino, además, una manera de trascender como personas, aportando éso que nadie más que nosotros mismos tenemos: nuestra propia persona.
Si no eres parte de la solución,
estás siendo necesariamente parte del problema.