¿Por qué me duele el Baby´O?

Por: Carlos Seone
Publicado en el Universal
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El pasado miércoles, sujetos desconocidos ingresaron por la fuerza a la famosa discoteca Baby´O ubicada sobre la costera Miguel Alemán en Acapulco, rociaron gasolina con bidones de plástico y prendieron fuego en la planta baja a las 20:44 horas. En cuestión de segundos, el combustible cumplió su función incendiando en su totalidad el interior del local. Los dueños declaran una pérdida total y dicen no contar con un seguro que los protegiera de esta clase de actos criminales.

Leo opiniones encontradas acerca de lo acontecido, desde aquellas que destilan nostalgia las noches mágicas que pasaron bailando, bebiendo y ligando en este sitio en los 80´s y 90´s, hasta aquellas que manifiestan no entender tanto alboroto por solo “una discoteca”, que deberíamos estar mucho más preocupados por otras tantas acciones de la delincuencia organizada que acontecen diariamente. En lo personal, este incendio provocado me duele mucho, les comparto mis razones.

La primera, me duele porque las declaraciones de los distintos funcionarios de gobierno, desde la nueva presidenta municipal en entrevista radiofónica, hasta el presidente en su discurso mañanero, se enfocan en desmarcarse de los hechos, sembrar dudas acerca de lo acontecido y no comprometerse con el imperio de la ley. La recién estrenada gobernadora hace mutis, ni siquiera un tweet de condena por los hechos. Es muy probable que la impunidad en este caso se imponga.

La segunda, me duele porque a mí y a mi familia nos encanta Acapulco y su gente, viajamos con frecuencia a ese destino desde hace muchos años y siempre nos ha regalado postales hermosas e inolvidables. Este acto no hace sino manchar su belleza, ahuyentar al turismo y contribuir al deterioro de la economía local.

La tercera, me duele por los empleados, pocos o muchos, que dependían de este sitio para alimentar a sus familias, a partir del jueves pasado no contarán con un solo peso de ingresos, al menos no por parte de la afamada discoteca.

La cuarta, me duele el que “los malos” puedan atentar libremente en contra de la propiedad privada de cualquiera con la desfachatez observada a sabiendas que la probabilidad de ser castigados es casi nula. Esto hace que aquellos que creen en México duden en invertir en su propio país, ya no digamos los extranjeros.
La quinta, me duele que durante años se ha hablado de la complicidad entre el narco y las autoridades estatales de Guerrero. Si la acción judicial resulta lenta, torpe, poco profesional o simplemente es inexistente, reforzaría las hipótesis de un narcoestado y el pago de favores.

La sexta, me duele porque esto acelera el deterioro social, les da alas a las organizaciones criminales nacientes y envalentona todavía más a las ya establecidas. Fomentará el surgimiento de nuevas actividades ilegales bajo el discurso de “¿quieres que te pase lo mismo que al Baby´O?” y esto no solo en Acapulco o Guerrero.
La séptima, me duele porque nadie, absolutamente nadie de aquellos que vivimos dentro del marco de la ley sale beneficiado de un acto como este. Los que trabajamos todos los días para velar por el bienestar de los nuestros, tenemos que subsistir en un estado cuasi permanente de alerta, preocupados de saber que allá afuera hay toda clase de alimañas depredadoras que pueden actuar instintiva y primitivamente en contra de nosotros ¿Y la autoridad?

La octava, me duele porque esta es una clara señal de que el deterioro en materia de seguridad pública, simplemente no se detiene. Escuchar a uno de los dueños del Baby decir que “lo bueno es que la quemaron cuando no había nadie dentro” (y coincido con él), es conformarse con el menor de los males, entendiendo que las consecuencias negativas podrían haber sido mayores.

La novena, me duele porque evoca al incendio provocado al Casino Royale en agosto del 2011 en Monterrey, una de las mayores tragedias de origen criminal vividas en nuestro país que provocó la muerte de 52 personas inocentes en un acto similar a este. Hoy en día, solamente tres criminales han recibido sentencia por aquella masacre.

La décima y última, (no porque no haya más razones, sino porque se me termina el espacio) me duele profundamente que mis hijos se preocupen por cosas que eran inimaginables cuando yo tenía su edad. Mi única inquietud al entrar al Magic, al News, al Rock Stock, al Sugar o a Danzoo, era tener suficiente dinero para la cuenta y “sacarle el teléfono” a la chica que me gustaba y no que alguien provocara un incendio.

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