Por David Lee
La falta de igualdad social constituye un factor determinante en el desarrollo de los países. La brecha entre ricos y pobres, existente desde hace décadas, se ha agudizado desde finales del siglo pasado, conformando un caldo de cultivo perfecto para una serie de problemas, entre los que destacan la violencia y la inseguridad.
La equidad, por su lado, apela a la justicia. En este caso a la justicia social, donde los procesos y los resultados deben ser equitativos para las personas involucradas. Así, la equidad y la igualdad, en términos de proceso y derechos humanos, conforman la base sobre la cual debemos sentar nuestro desarrollo.
América Latina es una región en el mundo donde la desigualdad no es constante, ya desde hace un quinquenio se han presentado incrementos debido a situaciones políticas.
No obstante, los abismos sociales son aún excesivos, generando segregación social y espacial, así como un acceso diferenciado a recursos naturales, activos físicos y productivos, y oportunidades locales, lesionando con ello los principios básicos de integración social a nivel individual y comunitario.
Se estima que 1 de cada 3 (30.1% de la población) personas en América Latina es pobre y que 1 de cada 8 (10.7%) vive en pobreza extrema.*
En ese contexto, las personas enfrentan un crecimiento limitado en términos cualitativos y cuantitativos, donde las personas pobres, con una baja movilidad y una cohesión social empobrecida, presentan una falta de confianza y apatía, al reconocerse segregados y excluidos lo cual, en un ambiente de inestabilidad, propone el surgimiento de la delincuencia y la criminalidad.
Es por estos motivos que muchas personas han optado por ‘amurallarse’, ya no sólo en sus propios hogares, sino en sus comunidades, mediante el cierre de espacios en puntos de una comunidad a los que se accede únicamente por puntos controlados por personal de seguridad privada, donde si bien la seguridad de sus habitantes se eleva, su sociabilidad y nivel de cohesión social baja, generando inexorablemente mayor desigualdad.
Por ello, y no solo ante el fenómeno de la inseguridad, sino ante la esperanza de lograr un bienestar en nuestras respectivas comunidades, debemos hacer un frente común a los problemas, sociedad y gobierno, fomentando la igualdad y la equidad, ofreciendo mayores y mejores oportunidades a las personas, particularmente a los jóvenes, para que antes de ser arrastrados a las redes delincuenciales, se sientan y sean parte de la ciudadanía económicamente activa y socialmente responsable.
Lo que hagamos o dejemos de hacer hoy, marcará en mucho nuestro destino el día de mañana. Proponte, a partir de hoy, fomentar la igualdad y la equidad en tu comunidad.